Por Miguel Calderón Fernández,
Escritor, musico y politco. Profesor de humanidades de la
Universidad Nacional – Costa Rica
La historia de la modernidad está ligada a la construcción
de un sistema de gobierno que favorezca la protección de los bienes de
producción de una clase burguesa que
define el bien y el mal en la sociedad
occidental. La creación del modelo gobierno civil, inducido por las
teorías de John Locke, llevaron a perfeccionar un estilo de dominación de la
sociedad donde quien se aparte de sus preceptos es visto como un malvado, y se autoriza a esa clase dominante a destruirlo en la forma que lo requiera. El
bien y el mal es definido desde esa perspectiva por esa clase burguesa y, sólo lo que ellos consideran
bueno es bueno y lo otro es malo, y para
imponer su pensamiento tienen a su disposición todos los medios de producción, medios de
comunicación, sistemas educativos,
estructuras jurídicas y más. Lo importante para esa clase dominante no es hacer el bien, sino hacer
creer que se hace el bien, y en esta dirección no escatima recurso alguno,
incluso, podrían llegar a catástrofes humanas con el mismo discurso. Ya conocemos la historia de los países
invadidos y destruidos con motivos
falsos, tema que no termina de asombrar a una parte del mundo, pero que se
impone como un designio divino. Por eso
cuando alguien se aparta de este esquema
dominante, de este designio divino, de esta práctica y teoría de la modernidad orientada por John Locke, es
castigado duramente, y se autoriza su destrucción.
Cuando pensamos en Brasil, en sus presidentes Luis
Ignacio Lula Da Silva y en Dilma Rousseff,
sabemos de un pueblo que recibió beneficios abundantes a partir de sus
mandatos, no voy a detallar esos resultados, eso ha sido divulgado en otras esferas, pero lo que sí está claro
es que atender las necesidades de un
pueblo no es la orientación que la modernidad a través de su representante fiel,
el capitalismo, ha designado como orden
establecido. Es así que se apartan estos presidentes de la orientación dada por Locke. De esta manera, el sistema mundo imperante autoriza a la
clase dominante castigar en la forma que corresponda a Lula y a Dilma. El dinero que estos presidentes invirtirtieron en sacar de
la miseria a millones de brasileños, el que se invirtió en educación y otros
beneficios sociales, no llegó a las cuentas de esa clase burguesa a engrosar
sus ganancias, razón suficiente para estar disgustados, molestos y, a
partir de esa circunstancia, iniciar un
proceso de desacreditación para castigarlos.
En otros
planos, el hecho de que Brasil, a partir de Lula y Dilma, ingresara
a formar parte fundadora de los BRICS, fuerza contestataria a los
modelos dominantes de la economía mundial, es suficiente motivo para castigarles
en forma contundente. Los BRICS estremecieron
al mundo como un bloque económico que
forma un polo de poder alternativo a los dos polos
tradicionales que han sido la Unión Europea y los Estados Unidos, hegemonía que
estos dos últimos consolidaron después
de la caída del muro de Berlín. Ahora son tres los pilares que sostienen al
mundo (USA, UE, BRICS). Con sus fuentes de financiamiento establecidas, los
BRICS (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica) le restan poder a los
organismos financieros que han representado al poder mundial, Banco Mundial,
Fondo Monetario Internacional, BID, entre otros. Y, esto no lo podían
tolerar los dos polos de poder dominantes. Quiero decir
con esto que, lo sucedido en Brasil, la persecución y acusaciones a Lula Da Silva y Dilma Rousseff, no es un asunto meramente brasileño, es una arremetida
desde esos dos polos de poder (USA, UE),
dolidos por las decisiones de esos
presidentes que se sumaron a representar a su pueblo y no a la clase
dominantes del sistema mundo, que se
atrevieron a mirar hacia otro lado desobedeciendo la orden establecida.
Y como
he sugerido, y como lo estableció John Locke,
el que se aparta de los mandatos de la modernidad, del gobierno civil,
del capitalismo global ( fuerza dominante y protectora de los medios de
producción de la clase burguesa) debe
ser castigado y matado si es necesario.
José Saramago, en su novela Caín nos remite a este tema, sólo que desde
una óptica de la construcción divina del mundo, lo que nos hace reflexionar si más
bien Locke tomó esta historia divina y la transformó en su teoría del gobierno
civil que debía dirigir la modernidad y normar en favor de la clase dominante, situación que nunca
podremos certificar. Saramago nos remite
a los tiempos de la destrucción de Sodoma y Gomorra, y nos refiere a dos
pueblos desobedientes de la orden
dominante, y por tanto, merecedores de la destrucción, desde la óptica divina
por supuesto, “El señor hizo entonces
caer azufre y fuego sobre Sodoma y Gomorra, destruyó amabas ciudades
hasta los cimientos, así como toda la región, con todos los habitantes y
vegetación. Si mirase donde se mirase, sólo se veían ruinas, cenizas y cuerpos
carbonizados. En cuanto a la mujer de Lot, ésta
miró atrás desobedeciendo la orden recibida y quedó transformada en
estatua de sal. Hasta hoy nadie ha conseguido comprender por qué fue castigada
de esa manera, cuando es natural que queramos saber que pasa a nuestras espaldas
(Saramago, Caín)”. En aquellos relatos, según el autor, no se llegó a saber porque no se podía mirar hacia otro lado, a sus
espaldas, hoy entendemos, en el tema que nos
ocupa, la razón del castigo por
mirar hacia otro lado, el castigo por mirar a los pobres y dar sustento, el
castigo por mirar a los jóvenes y darles educación, el castigo por formar parte
de los BRICS.
Joao
Goulart, presidente democrático de Brasil sufrió el mismo castigo en 1964, por
mirar hacia otro lado del poder mundial, hacia el pueblo y no hacia los dueños
del capital, fue sancionado y derrocado por una élite dictatorial que duró
hasta 1985. Dicho poder dominante primero etiqueta y después castiga bajo la
consigna de bienestar para todos, a Joao Goulart lo etiquetaron de comunista, en el caso de Lula y Dilma, esa elite dominante y dueños de
los medios de producción mantuvieron la cantaleta de la corrupción como
etiqueta permanente desde el primer gobierno de Luis Ignacio Lula Da Silva.
Remitiéndonos al caso de Joao Goulart, el general golpista Humberto de Alencar
Castelo Branco, conocido como el general Branco, y elegido presidente de facto,
afirmó que: “Brasil estaba yendo hacia el abismo; con el golpe militar hemos dado un paso hacia adelante” (
Hinkelammert 1996). Queda demostrado, a partir de la afirmación del general
Branco, que el objetivo no es mejorar el bienestar del pueblo, y no importa si
el país cae al abismo, lo esencial es quitar del gobierno al presidente que no le sirve a la
clase dominante, el que destina los recursos para el pueblo, el que hace que
los ricos no se coman la comida y la educación de las
mayorías, el que causa que el dinero y los recursos del país vayan a
favorecer la educación general, las viviendas de los pobres, la creación de universidades públicas; y el dinero que se destina a este bien social no
llega a las cuentas de la elite económica.
Jorge Rubem Folena de Oliviera ha venido, en
sus ensayos, llamados en este libro, Escritos éticos sobre la democracias
brasileña, develando las maniobras y estrategias que una clase política de
poder económico en Brasil, y dos polos de poder mundial (UE, USA) han desarrollado para quitar a la presidente
Dilma Rousseff del poder, presidente
democráticamente elegida. Aunque los escritos de Folena se circunscriben a una
temporada de agresiones en torno a
Dilma, la referencia que hace en el
ámbito brasileño nos indica que hay una larga historia en las maniobras usadas
donde la institucionalidad, especialmente
judicial, es brazo político del poder dominante, de los oligarcas. Es
así como actuaron el caso de Joao Goulart, derrocado en un golpe militaren 1964,
el de Luis Ignacio Lula Da silva, que si
bien sobrevivió a esa arremetida como presidente, con dichas maniobras tratan
de eliminar la posibilidad de que llegue
nuevamente a la presidencia apoyado por el pueblo. Una contienda política
por el gobierno de Brasil entre esta tendencia de Lula y Rousseff y la
tendencia de dominación económica (derecha oligarca), sería muy posiblemente perdida
por estos últimos. Por tanto, han tomado
la decisión de usar todos los poderes
posibles para eliminar a Lula y a Dilma, y a su partido de los trabajadores. El
tema recurrido desde el primer mandato de Lula ha sido la “corrupción”,
cumpliéndose así la teoría de John Locke
cual es hacer aparecer monstruos desde el pecho de los líderes populares para
justificar su muerte. Esta estrategia ya ha sido practicada por los dos polos
de dominación mundial tradicional (UE,
USA) infinidad de veces, dando resultados positivos para la acumulación de
capital a una clase dominante que fragmenta al mundo día a día, que se adueña dCURe los recursos del
pueblo despiadadamente, que sacrifica países y continentes en beneficio de sus
cuentas bancarias, que imponen una cultura de la muerte haciéndola parecer como
la salvación de la humanidad.
Me queda dar el merecido reconocimiento al
gran trabajo que Jorge Rubem Folena de Olivieira ha realizado en sus análisis,
la incansable energía que ha dispuesto
para dar seguimiento a los acontecimientos políticos de Brasil, no solo a la
era de Lula y Dilma, sino a todo el procesos
dictatoriales desde los años sesenta. En estos 25 ensayos elaborados por
Jorge Folena, sobre el proceso vivido por Dilma Rousseff, queda un panorama claro de cómo opera
sistemáticamente la modernidad
representada por el capitalismo global, operada por una elite oligarca local, en cuanto a desarticular
cualquier movimiento o presidente que no
favorezca sus intereses.
Miguel
Calderón Fernández.
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